No estoy listo pero llegó el día
Dejé (otra vez) mi trabajo, puse la casa en venta, repartí los libros y me voy a viajar sin plazo. Cuando tenía veinticinco años y no existía internet viajé un mes por Asia con folletos de las embajadas como única brújula. Y dos semanas de curso de meditación en el Centro Sai Baba de la calle Uriarte. No estaba listo para ese viaje. No estaba listo para nada. Me dí unos cuantos golpes pero también aprendí que lo que había deseado siempre era esa vida de algunos gringos de clase media que se toman un año de viaje después de terminar los estudios. Ese tiempo donde, si uno se esfuerza, el conocimiento aprendido puede estallar y cuestionarse para volver a armar una nueva identidad. Hasta ahora nunca había podido tomarme el año de viaje pero hubieron otros recorridos. Se extendieron de viajes geográficos a viajes internos, como salir del armario gay, el re-aprendizaje de la historia luego de la dictadura, viajes a otras modas, cuerpos y lecturas, a otros espacios de socialización...